trasvia Comillas

Taller de lectura 2020

INTRODUCCIÓN

Se lo decía a las amigas de “Mi cocina”: es la primera vez que alguien me “rescata/reclama” y se busca la vida para contratarme. Tenían que ser ellas/teníais que ser vosotras: las alumnas de mi primer taller con la Dirección General de la Mujer, dentro del proyecto llamado “Espacio Propio”: las mujeres de Trasvía.
¡Gracias!
(Gracias, Cruci, por tenernos tan calentitas en el “multiusos”)

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Autorretrato, por Quica Gómez Fernández

Me llamo María Francisca Gómez. Nací en el año 1925, por lo tanto soy algo mayor.
Nací en la Fuente Santa. No me gusta mirarme en el espejo porque me encuentro algo mayor.
Nací en Trasvía y sigo en Trasvía. Solo he cambiado de casa una sola vez; llevo trece años aqui.
Mi jovi es el huerto. Me gusta la música y salir de excursión, pero he ido a pocas.
Cuando estoy en el campo, disfruto mirando y contemplando el mar. Ahora que tengo tiempo libre, me gusta rezar por las mañanas; pues con algo tenemos que darle gracias a Dios por lo bonito que nos rodea.

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Autorretrato, por Emilia Luna Salamó

Me llamo Emilia; tengo 72 años.
Me gusta cocinar y me satisface que mi familia diga: ¡Que bueno esta, mama!
Me encantan las flores, los pájaros; en fin, la naturaleza en general.
Soy feliz cuando cojo a mis dos perrucas y nos vamos por la mies y bajamos al “Remanse” que, de verdad, es una gozada allí se refleja uno bien y casi te olvidas, algo de lo malos ratos que te da la vida.
Me gusta ser puntual a las citas, aunque a veces me valla vistiendo por el camino. Estoy encantada de estar en Trasvía y gracias a la Asociación El Marte que, con sus reuniones, excursiones, teatro y mucho más, me han ayudado a tener otra calidad de vida. Pues no es tan fácil, después de 43 años en Alemania, integrarse con personas que casi no conocías. Y como os digo, os doy las gracias y os quiero a todos.

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Recuerdos, por Ana María Sánchez-Vallejo Gómez

Empiezo estas líneas ya en Sevilla. La guerra la pasé aquí (en Trasvia), con mi madre y hermanos; después, volví con mis tíos y fui a una escuela recién inaugurada, muy cerca de casa: Grupo España, instalada en el parque de María Luisa, muy cerca de la plaza de América y al lado de la plaza de España.
Éramos 200 niños, teníamos 14 profesores; bueno, entre la directora, secretaria. El marido de la directora era musico, así que teníamos coro.Cantamos varias veces en radio Sevilla; salíamos por las noches a cantarles a los estudiantes del SEU. Nos llevaban al final hasta la puerta de casa. En otra ocasión fuimos a cantar al Ateneo; tuvimos mucho éxito. Nuestro pabellón era el de la música.
Nuestra afición al teatro nos viene desde antiguo; ya antes de nosotras en Trasvía ensayaban bastante. Hacían zarzuela, “Los tres gibosos de Egipto”; también una obra de teatro, “Desamor” cuyo autor era del pueblo. A nosotras nos toco Doña Lucia. Era exigente y, hasta que no estaba bien, no parábamos de ensayar. ¡Cuánto nos acordamos de ella! Lo buena, lo caritativa con los enfermos. En fin, una gran persona.
Al cabo de muchos años, fuimos a Sevilla con Don Ricardo y, como estábamos muy cerca del parque María Luisa, volví a la escuela, solo que estaba con rejas. Nos brindaron verla, pero como siempre cuando vas de excursión, tienes muy poco tiempo, y no la pudimos ver.
Cuando termine allí, sali con muy buenas notas, mecanografía, taquigrafía y francés, cosas que al no practicarlas, ya se me han olvidado. Al venir ya aquí, me incorpore a la escuela de Trasvía.

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In Memoriam

Querida Noly:
Sabemos que nos estarás oyendo, siendo tu don especial el de escuchar, acoger, resolver y ayudar.
Nos habría gustado que tu partida en este viaje no hubiese sido tan imprevista, sin tiempo para decir un “Hasta luego” pero, ¡quienes somos nosotros para enderezar los renglones torcidos de Dios!
Y, además, donde ahora vas, hay almas que añorabas y que ahora volverán a disfrutar de tu alegría, de tu espontaneidad, de tu dedicación.
Pero ¡cuántos!... y ¡cuánto! te seguiremos necesitando y, por eso, precisamente, seguirás entre nosotros.
No te veremos, pero el sentir tu presencia nos dará ánimos.
No te oiremos, pero el recuerdo de tus palabras nos dará fuerza.
Nos faltara tu alegría, pero nos has dejado tus recetas para la felicidad.
Nos faltaran tus cantos, pero “La estrella de los mares” nos devolverá el eco de tu sentida melodía.
Vamos a hacer un trato: Que nosotros nunca nos olvidaremos de tí aquí, para que tu siempre intercedas por nosotros allí.
Feliz singladura, Noly. Llevas el mejor patrón: Tu Cristo del Amparo.

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Carta de Buen Amor

Queridos nietos:
Os escribo esta pequeña carta porque deseo deciros que me animéis con vuestra sonrisa. Vosotros sois una gran parte de mi vida. Habéis llegado al mundo a darnos felicidad y alegría.
Doy gracias cada día por teneros y poder estar ahí con vosotros. Me encanta veros reír y jugar, enredar y, hasta llorar. Sois un motor en el día a día; dais vida e ilusión, y lo que más deseo es veros sanos y felices y disfrutar mucho de vosotros.
La abuela chocha.
Cruci Poo Gómez

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Carta de amor y reconocimiento, por Pilar Fernández Santos

Ahora que tanto se habla de los derechos de las mujeres, yo tengo cuatro mujeres que fueron referencia en mi vida. Aparte del amor que pueda sentir por ellas, quiero hacer un reconocimiento a su labor en su paso por nuestras vidas.
En primer lugar, mi madre. Mujer sencilla y valiente donde las haya. Se quedo viuda y con tres hijos, de los cuales la mayor era yo, con cinco años. Tenía unas vacucas y trabajaba en el campo. Recogía la leche de los vecinos para luego, con un carro y un caballo, bajarla a la Rabia, a la carretera general, donde pasaba un camión que lo recogía para llevarlo a la fabrica SAM. Esto era una ayuda para sacarnos adelante. A mí me hacia los vestidos, que se le daba muy bien. Le gustaban mucho las labores. Fue un referente en mi vida como luchadora, trabajadora y alegre, siempre adelantada a sus tiempos.
En segundo, Carmina, mi tía, que estaba siempre dispuesta a ayudar a todo el que le hacía falta: era la que consolaba a los enfermos, ponía las inyecciones y hacia curas que había aprendido en el Hospital de Sangre cuando la guerra. También amortajada a los fallecidos. Sacristana, en nuestra capilla de San Andrés nunca faltaban flores. Ni el toque del Ángelus a las doce del mediodía, así como el toque de campana hasta las veces que hiciera falta. Estaba presente en el rosario de mayo, las fiestas de San Jose y la Inmaculada, que se celebraban con mucha devoción en este pueblo. En resumen, en todo lo que estuviera relacionado con la iglesia. Casi siempre teníamos que pasar reconocimiento de cómo íbamos vestidos y con quien nos relacionábamos (un poco exagerada, porque para eso teníamos a mi madre). Yo siempre la recuerdo con mucho cariño.

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Quica, mi otra tía, tenía mucho genio, pero a trabajadora, no había quien le ganara.
Estaba soltera y también tenía vacas. Ella segaba, tropaba y cargaba unos buenos cestos de verde en la cabeza. En verano trabajaba como cocinera en “Monte Florido” para los señores de Benjumea, en Comillas, era una forma de ganar unas pesetucas.
Ambas criaron a dos sobrinas que se quedaron huérfanas, una al nacer y otra a los 18 meses. Eran tres, pero a la mayor la criaron otros tíos, que eran vascos. Fueron tiempos muy difíciles.
El relato de su vida está impreso en esta página: memorias
Con estas reflexiones quiero hacer homenaje a estas mujeres dignas de admiración como tantas otras que pasaron por esta vida dejando sus huellas.
Gracias por haberme hecho participe de vuestras vidas.

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Epílogo‐posdata

La maestra, por Teresu Fernández Sánchez‐Vallejo

Doña Lucia, la maestra, nos enseñó muchísimo de todo: teatro, canciones, lectura, religión, y a saber estar.
Después de la guerra, que fue cuando ella volvió, la gente de Trasvía no sabía nada.
Los jóvenes no habían visto el tren hasta que iban a la mili y nosotras estábamos en la escuela hasta los 14 o 15 años y después íbamos a aprender a coser y bordar a Comillas y teníamos que hacer todos los trabajos de la casa: lavar en el río la colada, traer agua de la fuente ‐calderos en la cabeza‐, planchar con la plancha de carbón, hacer la lumbre, el llar, y guisar con la trébede y la sartén.
Los jóvenes cuando venían de la mili, ya traían nuevas ideas y nos íbamos casando.

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Yo me casé a los 25 años y la primera lavadora del pueblo fue la mía; la compramos por 13 pesetas al mes.
Yo creo que su disciplina en su tiempo era necesaria, después de una guerra que lo cambió todo, y nosotras sin saber nada de la vida; pues nuestras costumbres eran medievales. Todo era nuevo: las ideas y el pensar.
Esta señora era de una familia de Gerra, terratenientes en Extremadura, y estaba en Trasvía desde su primer trabajo.

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Sus ideas familiares no las quería para nosotros; pues siempre quería traer a sus sobrinos para acá y a nosotros nos quiso enseñar a tratar con la gente, tener educación; una religión de compañerismo y cultura.
Era muy religiosa y nos imponía mucho respeto a los mayores y sus costumbres, pero también a valorar lo correcto.
En esa época no había ni luz ni agua, ni pan de harina, ni ropa, ni zapatos. Todo esto lo valoramos con ella; también a pensar y a valernos por nuestra cuenta. En “ella” siempre tuvo el pueblo un ejemplo de justicia y solidaridad.

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Era exigente, pero entonces era natural; ya para nuestros tiempos nos parece exagerado, pero puede que de algo nos tengamos que arrepentir, pues ahora no es educación: es vandalismo, y nosotras tampoco lo vamos ya a arreglar.
Esta señora era muy recta en enseñar y hacer; era bondadosa con todos: los mayores, los enfermos; caritativa, pero no para que la alabaran por la caridad.
Con nosotros se volcó para enseñarnos a convivir y a saber estar dentro de la religión y las buenas costumbres.

Tarta alemana de Emilia

Ingredientes:


5 manzanas medianas
125 gr de mantequilla o margarina
150 gr. de azúcar
2 0 3 huevos
Una pizca de sal
Unas gotas de aroma de limón y/o ralladura de limón
150 a 180 gr harina de repostería
1 cucharadita y media de leche de hacer la masa (según veas)
(no hacer con minipimer)

Preparación:

Se va mezclando y añadiendo cada ingrediente en el orden que vienen arriba.
Se pone la masa en el molde con papel de horno.
Se añaden 5 manzanas medianas cortadas en cuartos y luego en laminas y puestas en forma que quede un trocito de bizcocho en las partes exteriores.
Se mete al horno a 180 grados Cº arriba y abajo casi una hora (se pincha con una aguja para ver si sale limpia).
Al sacarla del horno, en caliente, se añade una cucharada y media de agua caliente batida con mermelada de melocotón y extendida con un pincel.

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