Historia de Trasvía
Trasvía, nuestro pueblo, pertenece al municipio cántabro de Comillas y sólo hay que acercarse o vivir en él para darse cuenta de que es un auténtico capricho de la naturaleza.
Elevado unos 60 metros sobre el nivel del mar, Trasvía se encuentra rodeado por el mar Cantábrico, al Norte; por el Monte Corona y los pueblos de Ruiseñada y Rioturbio, al Sur, y por Rubárcena y por Comillas, la Villa de Los Arzobispos y cuna del Modernismo catalán, al Este. Para completar una panorámica excelente, Trasvía está inmerso en tierras del Parque Natural de Oyambre, declarado Reserva Ecológica de Europa por su biodiversidad y por ser paso obligado de las aves migratorias y en el que se encuentran la Ría de la Rabia y la playa de Oyambre. Los Picos de Europa son su envidiable telón de fondo.El origen del pueblo de Trasvía suele fijarse en el siglo XIV, en torno a los años en que los marineros de Comillas y de San Vicente de la Barquera se dedicaban a la pesca de la ballena. Éstos aprovechaban el puerto natural formado por la bahía de la playa de Oyambre, a la altura del Cabo de Gerra, para desarrollar sus actividades, y tenían instalada su atalaya sobre la desembocadura de la Ría de la Rabia, justo en el extremo contrario.
Los marineros acostumbraban a salir con los barcos a la caza del cetáceo y a recalar en la playa de Oyambre; llevaban sus presas hasta la casa de los arpones que tenían habilitada en ella, un habitáculo que estaba ubicado allí donde hoy está el Monumento al Pájaro Amarillo, y entre cuyas paredes guardaban los utensilios de pesca y elaboraban el aceite. De hecho, debajo de las Dunas de Oyambre se ha encontrado un “cementerio de ballenas”.
Las tierras sobre las que ahora se asienta el pueblo de Trasvía eran para ellos por aquel entonces una zona cercana, desde la que podían acceder con facilidad a la atalaya y a su puesto ballenero de la playa. Los marineros empezaron así a asentarse en estos terrenos desde los que esperar al avistamiento del cetáceo y estar prestos para salir en cuanto éste se produjera y donde además alojar a cualquier enfermo menor mientras los demás llevaban a cabo sus operaciones. Poco a poco, se le fue dando forma a este asentamiento provisional. Se empezaron a construir cabañas que se convirtieron en residencia habitual de los marineros y que acabaron por formar un núcleo unitario.
La historia del pueblo de Trasvía estú también ligada al camino de peregrinación a Santiago de Compostela, al que, es más, debe su nombre. Como sucede con otros pueblos de la costa que tienen el prefijo “Tra”, como los vecinos Tramalón y Trasierra, su apelativo intencionalmente transmitía la idea de “ubicado tras la vía” o “tras el camino”. Cuando los peregrinos llegaban a Comillas subían desde ahí hasta Trasvía, desde donde después cruzaban en barca la Ría de la Rabia, que queda a sus pies, para seguir la ruta hacia El Tejo.
El pueblo de Trasvía y su evolución están además muy relacionados con la Compañía Trasatlántica, que creó el Marqués de Comillas y que fue el motor del desarrollo tanto del pueblo de Comillas como de todos sus alrededores. La mayoría de los hombres que entonces vivían en Trasvía se enrolaron en los navíos de la compañía, bien como tripulación o bien como caldereros de sus barcos de vapor.
De entre todos esos hombres, hay un personaje que es considerado especialmente representativo de la historia de Trasvía. Su nombre era Nando y se le conocía por ser un trotamundos que había dado la vuelta al mundo varias veces enrolado en los barcos de timonel de la compañía trasatlántica desde el año 1900. Sus viajes y peripecias le llevaron a hablar varios idiomas, una circunstancia que era ciertamente curiosa en su época, y a tener páginas y páginas escritas sobre él contando muchas de sus historias y anécdotas. Dicen que, además, se sabía El Quijote de memoria y que su predilección por la novela le hizo incluso realizar un viaje a pie hasta El Toboso.
Desde comienzos del siglo XIX, la ganadería y la agricultura se convirtieron en la actividad económica principal del pueblo de Trasvía. Tanto era así que no sólo existían varias ganaderías en el pueblo, a pesar de las reducidas dimensiones de éste, sino que casi en cada casa se criaban animales para el sustento familiar. La crianza de vacuno respondía además al doble objetivo de proporcionar carne, leche y derivados y de contribuir en la realización de los trabajos del campo, pues eran estos animales los que cargaban mercancías, los que hacían posible el desmonte de los bosques, los que tiraban de los arados y de los que se obtenía el estiércol que luego abonaría los prados de cultivo.
Una de las cosas que decían, orgullosos, los antiguos ganaderos que se dedicaban a criar vacas en Trasvía es que acostumbradas éstas como estaban a comer las hierbas de nuestra mies, no había quien las hiciera comer en otros lares. Su sospecha era que el salitre de la mar hacía la textura de los pastos tan viciosa y agradable que no había otros que las vacas quisieran probar.
Es necesario también explicar, para aquellos que nos quieran conocer un poco más, que a los habitantes de Trasvía se nos llama, coloquialmente, “cámbaros”. El apelativo proviene de una anécdota del pasado: Hasta hace tan sólo unas cuantas décadas, los cámbaros, es decir, los cangrejos que por entonces se veían a cientos en la Ría de la Rabia, subían hasta la mies de Trasvía para refugiarse cada vez que había mareas muy vivas. La imagen de estos crustáceos era tan típica por entonces que el nombre local para los cangrejos acabó siendo asignado igualmente a la gente del pueblo junto al que éstos se agolpaban.
Hoy en día en Trasvía viven 151 habitantes, aunque en verano su población se triplica ya que muchas de las personas que residen fuera de éste, su pueblo natal, regresan puntualmente cada año a disfrutar aquí de sus días de descanso. También, y cada vez más, instalan sus segundas residencias en Trasvía aquellos que cuando conocieron el pueblo quedaron prendados.
Algunos vecinos de Trasvía han querido colaborar con sus recuerdos de momentos vividos en el pueblo…leer más